sábado, 23 de mayo de 2009

Entre bambalinas


"Underfoot in show business" es el primer libro de Helene Hanff. Autobiográfico, como el resto, cuenta sus comienzos en el mundo del espectáculo. Una Helene adolescente consigue una beca para ser escritora de teatro, su gran pasión. Deja Filadelfia y se embarca rumbo a Nueva York, donde le esperan muchas aventuras, pero también fracasos y penurias. Con su habitual sentido del humor, la autora describe, a base de anécdotas, los entresijos del mundo del espectáculo de los años 60.

El libro está escrito de tal forma que se le presenta al lector como una guía útil para aspirantes a escritores de teatro: "Si los productores te invitan a comer es que no les interesa tu obra", o "si tu representante te invita a comer es que no es capaz de vender tu obra", son algunos de estos consejos, que dan título, además, a varios capítulos del libro.

Es curioso reconocer en este primer libro, personajes y situaciones que aparecen también en "84 Charing Cross Road". ¿Recordáis a su amiga Maxine, esa actriz que va a Londres y le describe a Helene cómo es “su” librería?. Durante estos años, Helene conoció a Maxine, que trataba como ella, de hacerse un hueco en el mundo del espectáculo y estaba dispuesta a todo para conseguirlo. Es en esta época también cuando Helene sufre los primeros problemas con sus dientes, la causa por la que no pudo viajar a Londres en tantas ocasiones.
Unos comienzos, que llevaron a Helene a acabar como escritora de guiones de series de televisión, a lo que se dedicó la mayor parte de su vida. Personajes curiosos, situaciones descabelladas y el mundo del espectáculo como protagonista de toda la trama.

Me gusta, de vez en cuando, volver al mundo de Helene. Nunca defrauda.

martes, 12 de mayo de 2009

Fin de semana en París


Lo peor de París es tener que marcharte. Un fin de semana no da para mucho, pero me he esforzado al máximo. Después de tantos años sin visitar la ciudad y consciente de mis limitaciones temporales, mi objetivo era disfrutar de una gran amiga, que me enseñase su vida parisina y pasear por todos aquellos lugares a los que tantas veces he querido volver. Cielo gris y amenaza de lluvia. Acepto la lluvia en París. Lo acepto todo allí.

Cuánto echaba de menos esas conversaciones interminables. Me parece mentira que hayan pasado ocho años desde que dejamos de vernos todos los días. Desde que dejamos de compartirlo todo. Beber vino en botella a orillas del Sena, justo en la parte de la isla de Saint Louis, con vistas a Notre Dame. Hablando. Hablando. Riendo. Eso no tiene precio. Desayunar en una terraza en Le Marais, con las sillas mirando a los viandantes. Todo muy parisino. Hemos recorrido Montmartre, el barrio donde vivo en muchos de mis sueños, hemos subido al Sacre Coeur y bajado de nuevo. Hemos recorrido la ciudad en bici: la Ópera, la Plaza de la Concordia y el barrio latino. He buscado a Martín Romaña entre sus calles. Siguiendo alguna manifestación de sordomudos. Y a Marguerite Duras. Y a Cortázar.

Me he comido muchas crepes. De jamón, queso y huevo, como a mí me gustan. Hemos visitado a librería Shakespeare, donde sólo se venden libros en inglés. Y donde siempre he querido trabajar alguna vez. Hemos cenado fondue y hemos bebido “mohitos”, como los llaman allí. Me he quedado en la puerta del Louvre, del Pompidou, del Museo d’Orsay y del Museo Rodin. Así tengo una gran excusa para volver pronto.

Es cierto que París no se acaba nunca. Y es bueno reencontrarte con grandes amigos. Y darte cuenta de que siguen siéndolo. Aunque pasen los años.

jueves, 7 de mayo de 2009

París, mon amour


Me voy mañana a París. A ver si consigo estar igual de feliz que este niño retratado por Cartier-Bresson. Un fin de semana sin pensar en nada. Lejos del trabajo infernal. Me deseo a mí misma un bon voyage!