domingo, 14 de noviembre de 2010

Equilibrio


Esta foto de John Gutmann me impresiona mucho. Una joven asiática está en la cuerda floja, está tratando de mantener el equilibrio en un alambre cochambroso, atado de cualquier manera a unos palos, en equilibrio también. El público, soldados americanos, observan con interés ese exótico espectáculo. Pero parte de los asistentes ha dejado, por momentos, de seguir a las hazañas de la joven asiática para posar en una fotografía que puede que pase a ser un documento valioso de la historia de su país.

Durante la Segunda Guerra Mundial John Gutmann se alistó como fotógrafo en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. En aquellos años, viajó por China, Birmania y la India, para realizar películas de propaganda y reportajes fotográficos. Ésta fotografía fue tomada durante esa época.

La exposición de John Gutmann en Fundación Mapfre es impresionante. Es un retrato de Estados Unidos desde los años 30 hasta los años 70, visto por los ojos de un europeo (Gutmann era alemán). Por eso creo que me gustó tanto. Porque a Gutmann le llamaba la atención todo aquello que a mí misma me sorprende de este país. Y la exposición es una muestra de lo que más sorprende, desconcierta y atrae de los Estados Unidos.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Domingo



Recuerdo los domingos de mi infancia como días en los que no ocurría nada. Un mero día de paso, una cuenta atrás para llegar al lunes, y a las obligaciones y a los madrugones. Los domingos no existían porque no tenían entidad propia. De mi dormitorio, al salón. A la cocina donde mi madre preparaba la comida para la semana. De los deberes al salón donde mi padre leía o veía el resumen de la jornada de fútbol. Todo estaba cerrado, las calles estaban desiertas. Nada que hacer.

Con los años he empezado a disfrutar de este día. Levantarme tarde, leer el periódico, comer fuera de casa, ir al cine. Me encanta disfrutar del descanso de este día, en el que parece que el tiempo pasa más lentamente. Pero, al llegar la tarde, vuelve esa sensación de entonces, de cuenta atrás. De planificación de una serie de obligaciones que no quiero que lleguen, pero que inevitablemente van a llegar.

Este cuadro de Hopper, que forma parte de la exposición Made in USA Arte americano de la Phillips Collection y que se puede ver en Fundación Mapfre, me devuelve a aquella época en la que los domingos me hacían estar intranquila. La ciudad está cerrada, aunque sea de día. Y ese señor allí sentado en la acera me desconcierta. Es como un fantasma. Tiene los brazos cruzados y fuma un puro, con la mirada perdida. Los personajes de los cuadros de Edwar Hopper son así: almas solitarias en escenarios inhóspitos que representan decadencia. Lugares que fueron algo y que se han quedado en nada. Una calle siempre transitada, pero completamente vacía en domingo. Una habitación de hotel donde se vivieron momentos felices, pero que ahora sólo transmite vacío y soledad. Un vagón de tren en el que una mujer mira el paisaje, con la mirada perdida, pensado en todo lo que está dejando atrás.

Creo que debo reconciliarme con los domingos.

viernes, 15 de octubre de 2010

Fortaleza


Para mí, una de las mejores sensaciones que existen es la fortaleza. Cuando sientes que puedes con todo lo que te venga. Con todo lo malo. Es una pena que no exista un interruptor dentro de las personas que se pueda activar cuando flaqueamos. O un chupito que te haga volver a ser la persona fuerte que en ocasiones todos somos. Odio la falta de control sobre esto. Por eso, cuando el otro día ví Los cuatrocientos glopes, de François Truffaut, admiré profundamente al protagonista, el pequeño Antoine Doinel, que por su edad, no sabe todavía nada de la vida, pero que es capaz de enfrentarse a todas las dificultades que se le presentan.

Sus padres no le quieren mucho. Su profesor le detesta. Todo son problemas. Un niño, que a su edad debería estar disfrutando de ser niño, tiene que luchar por sobrevivir en cada momento. Miento porque aunque diga la verdad, nadie me va a creer, le cuenta Antoine a la psicóloga del centro de menores al que le llevan sus padres. Papás, me he escapado de casa porque siento que debo aprender a ser un hombre, les escribe a sus padres.


De lo que me alegro es de que al final, a pesar de todas las desgracias por las que debe pasar, después de todos los obstáculos que debe salvar, Antoine consigue alcanzar uno de sus sueños: ver el mar.

Tengo mucho que aprender de él.

lunes, 27 de septiembre de 2010

El Imperio


En el mundo se imprimen dos mapas del globo terrestre. Uno es el distribuido por The National Geographic (EEUU), y en él, en medio, en el lugar central, se ve el continente americano rodeado por dos océanos: el Atlántico y el Pacífico. La antigua Unión Soviética aparece cortada en dos y colocada discretamente en los extremos del mapa para que no asuste con su inmensidad a los niños americanos.

Es del todo diferente el mapa que imprime el Instituto Geográfico de Moscú. En él, en medio, en el lugar central, está situada la antigua Unión Soviética, que aparece tan enorme que nos aplasta con su grandeza, y América está cortada en dos y colocada discretamente en los dos extremos del mapa, para que el niño ruso no pensara para sí: "¡Santo cielo! ¡Qué grande es América".

El Imperio, Ryszard Kapuscinski

Me encanta este extracto de El Imperio, de Ryszard Kapunscinski. Creo que es una descripción perfecta de lo que fue la Guerra Fría. Del miedo que que las dos superpotencias se tenían entre sí.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Reencuentros


Ayer por la noche tuve una cena con mis antiguos compañeros de clase. Últimamente las redes sociales han permitido que estos reencuentros se conviertan en habituales y ayer me vi rodeada de personas a las que hacía al menos 15 años que no veía.

Después de los saludos efusivos iniciales y de las preguntas más que típicas (¿Qué tal? ¿Qué has hecho en todo este tiempo? ¿Qué estudiaste? ¿Trabajas? ¿En que ciudad vives ahora?...) viene el verdadero reto: ¿tendré capacidad para mantener viva una conversación con estos desconocidos?

Mis recuerdos de aquella época están bien grabados en mi cabeza, pero es curioso descubrir cómo, en muchas ocasiones, no tienen nada que ver con los del resto de personas con las que compartí esos momentos. “Tú eras mala”- me dijeron ayer. “¿Yo mala?” – respondí. Pero si yo no lo recuerdo. Sí que recuerdo que me veía obligada a comerme mi pescado y el pescado de la líder del grupo para que me admitiera en su pandilla. ¿Yo mala? ¿?

Las anécdotas no tienen fin. Y es gracioso porque entre tus recuerdos y los del resto, eres capaz de recuperar parte de algo que había desaparecido.

“- ¿Os acordáis cuando Pepa se puso aparato y el resto nos poníamos papel de plata porque queríamos tener uno igual?”

“- Ayer encontré una nota de 5º de EGB, que decía: por favor, Lorena, cómprate rotuladores que estoy harta de tener que dejarte los míos. Se gastan”.

Y lo más absurdo, pero lo que más gracia me hizo: todos nos acordábamos del nombre y de los dos apellidos de cada uno. ¿Por qué?

Nunca había salido con estas personas de copas. La última vez que hablé con muchos de ellos tenía 12 años y probablemente si me los encuentro mañana la cosa no dará mucho más de sí, pero me hizo gracia volver a ser la número 20 de la lista de clase, la que celebraba el cumple con Paula y la que me tenía que comer dos pescados rebozados repugnantes para poder jugar luego a la goma con el resto.

Ayer, después de mil copas quedamos en vernos de nuevo pronto. Yo digo que 15 años más…

lunes, 20 de septiembre de 2010

Abandono 4: Bodie


Hoy quiero mostrar aquí uno de los lugares qué más me han inspirado. Bodie es un pueblo perdido de California. Está realmente en medio de la nada, relativamente cerca del parque natural de Yosemite y no muy lejos de un pueblo llamado Bishop. En medio de la nada.

En 1859 alguien encontró oro en Bodie y dos años después se construyó la mina para sacarle el máximo provecho a tal hallazgo. De los 20 mineros que vivían en este lugar en un primer momento, Bodie alcanzó los 10.000 habitantes en 1880. La fiebre del oro.


Así, de repente, este pequeño pueblo creció exponencialmente, en todos los sentidos: había 65 salones donde los mineros jugaban y bebían tras sus largas jornadas de trabajo en la mina; los fumaderos de opio y los prostíbulos abundaban; y la violencia inundaba la ciudad. El periódico de la localidad llegó a publicar que "una persona moría cada día en Bodie".


Dos grandes incendios determinaron el principio del fin de este próspero pueblo minero. El oro empezó a escasear, muchos de sus habitantes buscaron otros lugares donde poder prosperar y, poco a poco, las tiendas, los salones, los hoteles, las prostitutas, los fumaderos de opio y hasta la oficina de correos fueron echando el cierre. En 1932 ya no quedaba nadie en Bodie.

Al caminar por sus calles se puede sentir que hace años, éste fue un lugar próspero. Si te acercas a los cristales de la escuela, de las casas o de los salones, puedes imaginar a la perfección la vida que llevaban sus habitantes. El tiempo se ha parado en Bodie. Sólo es necesario cerrar los ojos e imaginar...Cuántos de estos pueblos debe haber en el Oeste americano. Lugares que parecían inmortales y que de la noche a la mañana, desaparecieron. Como el oro.


Como en todos los lugares abandonados, tuve la sensación de que los habitantes de este pueblo habían abandonado sus casas y sus pertenencias de repente, sin previo aviso. Había maletas abiertas, platos puestos en la mesa, actividad interrumpida.

Lo que más me gusta de los sitios abandonados es montarme mi propia película. Bodie da para varias entregas. Escalofriante.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Éramos unos niños


Existen muchos tipos de relaciones: amistad, amor, simpatía, compañerismo…Y luego están las que no se pueden definir. Aquéllas que se escapan de todo convencionalismo, las que no siguen los patrones establecidos. Creo que Patti Smith y Robert Mapplethorpe inventaron un nuevo tipo de unión. Eran amantes, pareja, amigos, él la inspiración de ella; ella, la musa de él. Lo fueron todo el uno para el otro, pero sin excluir a otras personas que llegaron a sus respectivas vidas, de manera especial, para quedarse.

Se conocieron con 19 años en Nueva York. Llegaron allí para luchar por ser artistas, en el más amplio sentido de la palabra. No tenían ni para comer. Se conocieron y ya no se separaron hasta muchos años después.

Él quería triunfar con el arte. Ella, encontrar su vocación. Él era homosexual y no sabía muy bien qué hacer con ello. Ella lo sabía, pero no le importaba porque su unión iba mucho más allá. Juntos conocieron a todos los artistas que buscaban su lugar en el centro neurálgico del nuevo arte, por los años 70. Formaron parte de la fauna del Hotel Chelsea, donde residían los amigos de Andy Warhol y algunos los representantes la Generación Beat.

Éramos unos niños es un libro de memorias de toda una época. Contado por un testigo excepcional, Patti Smith, relata el camino que anduvieron ella y Robert, antes de de llegar a ser cantante ella, fotógrafo él.


He devorado el libro y he podido sentir lo que vivieron todas estas personas, antes de saber que llegarían a ser alguien en el mundo del arte.


“Un día de otoño inusitadamente cálido nos vestimos con nuestra ropa preferida, yo con mis sandalias beatnik y mis pañuelos deshilachados, y Robert con sus collares de cuentas y su chaleco de piel de carnero. Cogimos el metro hasta la calle Cuatro Oeste y pasamos la tarde en Washington Square. Compartimos café de un termo mientras observábamos la marea de turistas, porretas y cantantes folk. Revolucionarios exaltados distribuían pasquines antibélicos. Jugadores de ajedrez atraían a un público propio. Todo el mundo coexistía en aquella constante cacofonía de diatribas, bongos y ladridos de perro.


Nos dirigíamos a la fuente, epicentro de la actividad, cuando un matrimonio maduro se detuvo y nos observó sin ningún disimulo. A Robert le gustaba que se fijaran en él y me apretó cariñosamente la mano.


-Oh, sácales una foto –dijo la mujer a su desconcertado marido. Creo que son artistas. -Venga ya- respondió él, encogiéndose de hombros-. Sólo son unos niños”.

martes, 27 de julio de 2010

Helen Levitt: pasaba por allí


Botton to secret passage. Press.

El pasaje secreto de Helen Levitt está compuesto por 120 imágenes: Helen Levitt. Lírica urbana. Fotografías 1936-1993. Su obsesión por la vida urbana está perfectamente retratada. Nueva York, más Nueva York, niños actuando como niños, pobreza y escenas cotidianas. Este pasaje secreto está lleno de detalles. Cada fotografía esconde demasiadas cosas como para dejar indiferente al visitante. Gestos, actitudes, miradas. Tomadas sin ser vista. Todas las imágenes dan pie a la imaginación: ¿a quién mira esa mujer? ¿Qué está pensando ese niño? ¿Hacia dónde se dirige ese hombre?


Helen Levitt es considerada una de la grandes fotógrafas del siglo XX. Alumna de Walker Evans y de Cartier-Bresson, el primero decía de ella: "El trabajo de Helen Levitt se puede denominar anti-periodismo". Creo que habría mucho que debatir sobre esta afirmación. Pero esta es otra historia.


La exposición, que se puede visitar hasta e 29 de agosto en la Fundación ICO de Madrid, muestra las calles y las gentes de Nueva York a lo largo de varias décadas. Además, hay algunas fotografías que Levitt tomó en México, el único trabajo que realizó fuera de su ciudad natal.

Todas las ciudades tienen un botón que te lleva a un pasaje secreto. Pero no todas las ciudades cuentan con una persona dispuesta a invitarte a entrar. Helen Levitt lo ha hecho con Nueva York. Un privilegio.

lunes, 26 de julio de 2010

Canciones que te obligan a dejarlo todo y pararte a escuchar 1: Life in vain



Life in vain. Daniel Johnston

Don't want to be free of hope

And I'm at the end of my rope
It's so tough just to be alive
When I feel like the living dead
I'm giving it up so plain
I'm living my life in vain
And where am I going to?
I got to really try
Try so hard to get by
And where am I going to?

I don't know where is up or down
ANd there ain't any love left around
Everybody wearin' a frown
Waiting for Santa to come to town
You're giving it up so plain
You're living your lives in vain
And where are you going to?
You've got to really try
Try so hard to get by
And where are you going to?
Flip on your TV
And try to make sense out of that
If we were all in the movies
Maybe we wouldn't be so bored
We're giving it up so plain
We're living our lives in vain
And where are we going to?

You gotta really try
Try so hard to get by
And where are you going to?

Goodbye, goodbye

*La sensibilidad de Daniel Johnston me emociona mucho. Sus letras le salen verdaderamente de dentro. Pero, ¿qué hay dentro de su cabeza? ¿Qué siente? ¿Qué piensa? Su historia es conmovedora y su música, maravillosa. A mí me entran ganas de abrazarle todo el rato.

miércoles, 7 de julio de 2010

Abandono 3: Plaza España


Plaza España de Madrid. Uno de los puntos neurálgicos de la ciudad. Coches, humo, ruido, personas que se dirigen a Gran Vía; personas que suben hacia la calle Princesa. Plaza España nunca duerme. En verano los turistas y no tan turistas se tumban en el césped bajo la mirada de Don Quijote y Sancho Panza. En invierno, la gente cruza con prisa la plaza para llegar su destino. Y siempre el mismo olor: el del restaurante chino que está junto al parking de la plaza, en ese submundo oriental en el que si apareces por casualidad parece como si hubieses viajado por arte de magia a Pekín. Agencias de viajes, tiendas de comida, restaurantes, inmobiliarias. Todo en chino. A un metro bajo tierra de uno de los puntos más importantes de Madrid.

Un edificio enorme se levanta al otro lado de la calle. Es el edificio España, uno de los rascacielos más representativos de la ciudad. 28 plantas y 117 metros de altura. Los Otamendi construyeron este edificio en los años 50 y, durante años, fue uno de los hoteles más lujosos de Madrid: el hotel Crowne Plaza. Hoy está totalmente abandonado.

Desde junio de 2005 nada ocurre allí. Esa acera de Plaza España en la que la actividad era constante, hoy presenta un aspecto totalmente fantasmagórico. Los comercios que estaban junto al hotel han cerrado también. Incluso el kiosko de prensa que estaba frente a la puerta de entrada. Desde hace años me sorprende muchísimo toda la gente que transita por Plaza España. Por toda la plaza, excepto por la acera del hotel abandonado. Nada. Nadie. Es como si una onda invisible ahuyentase a los peatones. Nadie quiere pasar por una calle que lo fue todo y que ahora no es nada.

En alguna ocasión he tratado de ver a través de los cristales del antiguo hotel y he visto abandono. Suciedad. Ceniceros con colillas. Polvo. ¿Por qué han dejado morir a este edificio emblemático?

En 2005, con el cambio de dueños el hotel fue perdiendo actividad y la inmobiliaria Metrovacesa lo puso a la venta. Esperaba conseguir por el edificio 350 millones de euros, pero finalmente el Grupo Santander pagó por él poco más de 277 millones. Y ahí sigue. Muerto. Una simple sombra de todo lo que fue.

Me llama la atención. La grandeza, la decadencia de un símbolo. Me da pena.

lunes, 5 de julio de 2010

Entre nosotros



¿Tú a qué vas al cine? ¿A evadirte? ¿A divertirte? ¿Prefieres no ver dramas reales porque la vida ya es suficientemente dramática? ¿O te gusta identificarte con lo que ves en la pantalla porque te ayuda a interpretar parte de los comportamientos humanos?

Ayer fui con unos amigos a ver Entre nosotros, un drama en toda regla, y salimos haciéndonos todas estas preguntas. Yo soy de las personas a las que les gusta identificarse con lo que se ve en el cine. Ver determinadas conductas y comportamientos en las películas me ayuda a comprender mejor ciertas cosas. Me gusta descubrir cómo otros (aunque sean personajes de ficción) se enfrentan a dilemas y a situaciones a las que debo enfrentarme yo también en mi día a día. Por supuesto, también me gusta evadirme y divertirme. Y el cine siempre es una buena forma de hacerlo.

La película alemana Entre nosotros ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín en 2009. Es muy dura. Probablemente porque es muy real. Cuenta la historia de Gitty y Chris, una pareja alemana que está de vacaciones en la isla de Cerdeña. Una relación que parece consolidada comienza a tambalearse por varios motivos: las inseguridades de Chris, la pérdida del respeto mutuo, la humillación continuada, el no saber decir basta, el conformarse con las migajas de algo que en su día fue amor...Creo que esta película refleja el miedo de las personas a poner fin a algo que está muerto, pero que nos empeñamos en mantener con vida de manera artificial.


Queremos querernos, pero no nos queremos. Hay que asumirlo, aceptarlo. Es así. Fácil visto desde fuera sentado en la butaca del cine. Difícil en la realidad.

Una relación que se sustenta en una aparente igualdad, da un giro enorme y ni los propios protagonistas saben cómo reaccionar ante ello. Gitty, tan segura de sí misma, tan fuerte, tan poco convencional, se ve a sí misma en un laberinto del que no consigue salir. ¿Por qué se arrastra por una persona que está humillándole una y otra vez? ¿Por qué Chris deja de admirar a Gitty de la noche a la mañana?

Alguien siempre me dice: si se pierde el respeto, se pierde todo. A esta frase, que me parece de lo más acertada, yo añadiría: si te pierdes el respeto a ti mismo, lo pierdes todo. Gitty y Chris se pierden el respeto el uno al otro, pero sobre todo se pierden el respeto a sí mismos.

Me asustó mucho ver la película de ayer. Qué sutilidad. Cómo consigue mostrar cosas casi imperceptibles, pero que están ahí. En todas las relaciones. A mí me gusta ver este tipo de cosas en pantalla grande. Ayudan.

viernes, 2 de julio de 2010

Las dos caras de Clem Snide

Cuando descubrí a este grupo americano lo que más me llamó la atención fue la voz de su cantante, Eef Barzelay. Tiene una de esas voces que son capaces de conmover. Suave, pero con fuerza. Firme. Sensual. Como siempre me ocurre, estuve meses escuchando uno tras otro todos sus discos. Pero End of Love es, sin duda, el más especial para mí. Escucho las canciones del disco y se me ponen los pelos de punta. Es como si consiguiesen encender un interruptor dentro de mí, que me pone melancólica, pero alegre a la vez. Difícil de explicar. Podría decir, así, de manera sencilla, que Clem Snide me llega.

Toda esa sensibilidad, toda esa tristeza que yo percibía en la voz de Eef Barzelay -y que me hacía pensar que iba a ser un ser taciturno y melancólico- desaparece en sus directos. Son sus canciones, reconoces la letra, pero las interpreta en versión risa. Distorsiona la voz, baila deslizándose por el escenario, grita, cuenta historias verdes, de condones y pises...Todo un espectáculo.

La primera vez que le vi en directo me decepcionó un poco. No era lo que esperaba. Pero las siguientes, y en concreto, la del miércoles pasado en el Teatro Lara, de Madrid, me encantaron. Creo que llegué a entenderle. La otra noche escuchaba atenta sus letras, seguía sus movimientos, sus reacciones y llegué a una conclusión. Eef no quiere ser un triste. A él lo que le gusta son las risas, la diversión. Pásarselo bien con sus amigos en un escenario.

Creo, además, que el grupo ha querido dejar atrás su pasado. No quieren recordar cuando sufrían por amor. No quieren tocar End of Love, aunque sea la canción más solicitada por el público. Ellos, se disculpan y dicen: "Bueno, esta canción que vamos a tocar ahora es tan bonita como End of Love, pero no es End of Love". Me gustan. Me hicieron reír: " In this world...days like this..recycling?...who cares...just...GET SEXY".

Mi canción favorita del concierto: I wasn't really drunk. Me parece una canción de amor fuera de lo normal.



I wasn't really drunk

You look so pretty when you have been drinking
And don't care when your friends say you're a mess
You laugh at all my jokes when no one else does
So I feel it's only right I must confess

You see I wasn't really drunk I was just pretending
Because I wanted so much to feel the way you do
And now this party it seems never ending
I would gladly sip my champaign from your shoes

When I found you sitting there under the table
I hoped that you would make some room for me
But I have never been much of a drinker
And at this bar they don't serve herbal tea

You see I wasn't.......

So I woke with the dawn to fix you breakfast
I served it to you right there in your bed
But your blood shot eyes adressed me like a stranger
As if I caused that pain inside your head

I wasn't really drunk....

Me gusta la filosofía de Clem Snide. Me apunto a la versión divertida de la vida.

sábado, 12 de junio de 2010

Two Lovers


Two Lovers, del director estadounidense James Gray, es una película oscura. Creo recordar que en ningún momento de la película sale el sol. Es el escenario perfecto para contar la historia de varios personajes perturbados. Leonard (Joaquin Phoenix) vuelve a casa de sus padres a vivir después de una traumática ruptura que le ha llevado a tratar de quitarse la vida en varias ocasiones. Su vida no tiene ya mucho sentido: trabaja en la tintorería familiar y deja que los días vayan pasando, se toma sus pastillas y no espera mucho de nada. Ni de la vida, ni del futuro, ni de las personas.

De repente, aparecen dos personas en su vida, que representan dos modelos de mujer opuestos: Sandra, una chica inocente, familiar, tranquila, que busca la felicidad en la estabilidad, en el amor, en lo cotidiano. Y Michelle, una rubia espectacular, trastornada y hundida por una relación que está acabando con sus nervios, extrovertida y vividora.


Leonard debe entonces elegir entre lo que debería hacer, que es comprometerse con Sandra, y lo que quiere hacer, que es dejarse llevar y tratar de alcanzar a la inalcanzable Michelle.

Más que la historia en sí, a mí me fascinaron sus personajes. Lo que cada uno tenía dentro. Lo que a cada uno le hacía sufrir. Lo que querían conseguir. En mi opinión, todos ellos están perfectamente definidos, te los crees, te compadeces de ellos. Quieres cuidarles.


Sandra (Vinessa Shaw) es un ángel. No ha salido mucho de Brooklyn. Para ella la familia es lo primero. Quiere seguir el camino que le han marcado: casarse, formar una familia, cuidar de los suyos. Ese es su concepto de felicidad. Ha visto a Leonard por la calle, sabe que ha sufrido y quiere cuidarle. Sacarle de su particular infierno. Está convencida de que su bondad y cariño serán suficientes para que él vuelva a ser feliz.

Michelle (Gwyneth Paltrow) es un ángel caído. Su vida está llena de problemas: sale con un hombre casado, que le ha prometido una y mil veces que piensa dejar a su mujer, pero que por el momento, lo más que ha hecho por ella ha sido comprarle un apartamento en Brooklyn, lejos de su otra vida, para garantizar que sus encuentros no sean descubiertos. Michelle es inestable, no mide sus actos, no piensa en las consecuencias. Vive el momento sin pensar en el mañana. Conoce a Leonard y descubre en él a un confidente, a una persona incondicional que estará allí cuando se caiga. Todas las veces que hagan falta.

Y Leonard. Pobre Leonard. Que piensa que puede llegar hasta Michelle y cambiar de vida. Salir del oscuro y aburrido Brooklyn. De la tintorería de sus padres. Piensa que otra vida es posible con Michelle. Pero, a su vez, ve en Sandra el amor que necesita, la protección. La calma.

Personas rotas. Perdidas. Que buscan la salvación en el amor. Pero el amor a veces no sirve. Salí del cine pensando en qué es lo que las personas buscamos en el amor: ¿Buscamos protección? ¿Compañía? ¿Amistad? ¿Queremos que nos salven? ¿Queremos ser salvadores? Sigo pensando...

domingo, 6 de junio de 2010

Un poco de comedia


De vez en cuando no viene nada mal sentarse en la butaca del cine y dejar que te hagan reír. La película alemana Soul Kitchen es perfecta para verla en uno de esos días en el que el mundo te parece tan aburrido que necesitas un poco de comedia. Nada profundo. Sólo bromas, situaciones absurdas y personajes entrañables.

El director de la película, Faith Akin, adora a sus personajes. Ha creado a cada uno de ellos con mucho cariño. Todos están perfectamente definidos. Son creíbles. Todos tienen su pequeña historia detrás, desde Zinos, el protagonista, con sus agobios, su restaurante, sus desastres; pasando por su hermano, un caradura, jugador sin remedio, pero muy tierno en el fondo; el cocinero brillante y psicópata; el viejo marinero que vive en el restaurante; Lucia...Todos me gustan.

Y los escenarios no pueden ser más alemanes. Locales medio abandonados convertidos en lugares con encanto, pero decadentes. Me recordaba mucho a Berlín, aunque esté rodada en Hamburgo. Me encantan esos pisos diáfanos, con grandes ventanales, antiguos pero modernos. Alemanes.

La historia es sencilla: cuenta las desventuras de Zinos, un alemán de origen griego que tiene un restaurante muy peculiar y al que le van ocurriendo una serie de desgracias. Una tras otra: su novia se va a China, su restaurante no le da más que problemas, a su hermano le acaban de dar permisos de salida en la cárcel y aparece en escena para complicarlo todo...Además, al pobre le da una contractura en la espalda que no le permite moverse.

Cuantas más desgracias le van pasando, más te ríes.

Después de ver esta película tengo ganas de tres cosas:

1. Comprarme un cuchillo como el del cocinero y aprender a cortar 2 kilos de cebollas y de calabacines en menos de un minuto.
2. Tener una casa estilo alemán, pero en Madrid.
3. Montar una fiesta, hacer sorbete de limón con la hierba afrodisiaca y sentarme a observar qué efecto produce en los invitados.

jueves, 27 de mayo de 2010

The National: una pequeña joya



Si tuviera que elegir una sola palabra para descrbir a este grupo de Brooklyn, no lo dudaría: elegancia. No hay duda: son elegantes. No sólo su música. También las letras. Y esa voz, que consigue ponerme los pelos de punta. Hay también algo de oscuridad. En los temas, en el sonido, en ellos mismos. Siempre de negro. Elegancia.


Llevo varias semanas escuchando su album Alligator, sin parar. Crea adicción. The National es una de esas bandas a las que necesitas escuchar casi obsesivamente para disfrutarlas de veras. Creo que ya estoy preparada para pasar al siguiente disco. Lo destrozaré y pasaré al siguiente. No puedo pensar en un plan mejor.


Por eso me arrepiento de haberlos visto en el Royal Albert Hall, en Londres, hace tres semanas sin haberlos escuchado lo suficiente. Si pudiese pedir hoy un deseo lo tendría claro: mismo lugar, misma compañía, pero con un poco menos de desconocimiento. Si lo disfruté entonces y si lo disfruto ahora en mi salón, puedo imaginar cómo iba a vivirlo si los volviese a ver en uno de esos palcos del Royal Albert Hall.


How can anybody know

How they got to be this way

You must have known I'd do this someday


Break my arms around the one I love

And be forgiven by the time my lover comes

Break my arms around my love

Break my arms around the one I love

And be forgiven by the time my lover comes

Break my arms around my love




viernes, 14 de mayo de 2010

Los Coronas


Ayer por la noche crucé el desierto de Mojave. Fui dejando kilómetros atrás hasta atravesar la frontera de Méjico. Mi coche iba dejando una nube de polvo que rompía la quietud de un paraje totalmente abandonado. Durante varias horas no me crucé con ningún otro ser vivo. Yo sola en mi coche, atravesando un desierto infinito. Y una banda sonora: Los Coronas.


Así me sentí ayer en el concierto de este cuarteto de surf instrumental que con su último disco, El baile final de los locos y los cuerdos, ha conseguido fusionar este estilo con ciertos toques de pasodoble y rumba, dándole un sabor único, con un aire cinematográfico propio de los speguetti western y del cine negro. Toda una joya.


Los Coronas subieron ayer al escenario a pasárselo bien. Disfrutan. Bromean. Hacen disfrutar. Cuentan batallitas, pero sobre todo, tocan. Y muy bien. Consiguen hacerte olvidar que estás en Madrid. Sientes, de repente, la arena de playas californianas, el olor a desierto y frontera, cargado de aires sureños. Los vientos, a cargo del trompetista ucraniano, Yevhen Riechkalov, te trasladan a otro mundo.



Los Coronas triunfan. Hace poco más de un año una llamada de teléfono cambió sus vidas: “Hola, soy el mánager de Steve Van Zandt y me gustaría invitaros a la zona VIP del concierto de esta noche en el Santiago Bernabéu. Steve es fan vuestro y quiere conoceros”. Steve Van Zandt, no es otro que el guitarrista de Bruce Springsteen durante los últimos 30 años y la encarnación de Silvio en la serie televisiva Los Soprano.


En una entrevista al grupo publicada hace un año en El País, Los Coronas contaban que, tras recibir LA LLAMADA, “llegamos al estadio y nos hicieron pasar a un bar privado. Allí estábamos nosotros, rodeados de un puñado de chicas bronceadas que no sabíamos muy bien a qué se dedicaban. Entonces aparecieron dos cochazos. De uno se bajó Bruce Springsteen y del otro Steve, que se dirigió hacia nosotros acompañado de dos de sus managers, uno blanco y otro negro. Y nos dijo: ‘¿Sois Los Corounas? Me encanta la música que hacéis y quiero editar vuestros discos en mi sello”.


Y así, sin más, dieron el salto a EE.UU. Y de qué manera.


Ayer el público les aclamaba. Es imposible no disfrutar en sus conciertos. Siempre te dejan con ganas de más.




miércoles, 12 de mayo de 2010

Ciudad de vida y muerte - Lu Chan


China, diciembre de 1937. El país está en guerra con Japón. Beijing y Shanghai ya han caído. Las tropas japoneses llegan a las puertas de Nanking, la capital. Después de semanas de bombardeos los oficiales locales y extranjeros han huido de la ciudad en ruinas. Es en ese momento cuando comienza la verdadera guerra.

He visto infinitas películas que retratan los horrores de la guerra. Películas de sangre, odio, horror y muerte. Pero creo que nunca ninguna película había conseguido retratar de una manera tan real el miedo. El miedo y la pérdida de toda confianza en la condición humana. La pérdida de toda confianza en la misericordia.

Los soldados japoneses, después de meses de batalla se han convertido en depredadores. No hay compasión que exista. Ni por los soldados, ni por los civiles, ni por los voluntarios extranjeros. Y mucho menos por las mujeres.

La ciudad de Nanking, amurallada, se convierte en un infierno donde las vejaciones, humillaciones y violaciones de cualquier tipo se establecen como comportamientos normales. Y en este escenario, la población china, hacinada en un campo de refugiados, trata de descubrir cuál es la forma de sobrevivir. Conforme van pasando los días y las semanas, cuando los humanos van poco a poco dejando de serlo, los supervivientes comienzan a darse cuenta de que en un lugar así, la muerte es mucho más fácil que la vida.

A lo largo de las dos horas que dura la película no pude despegarme de un escalofrío que recorría mi cuerpo, de los pies a la cabeza. Sin descanso. Ésta es una de las razones por las que me apasiona el cine. Ese escalofrío. Ese salir de la sala con el corazón en un puño.

lunes, 12 de abril de 2010

Abandono 2: Palermo



Leo en mi guía de Sicilia:

Palermo es una ciudad antigua que muestra los vestigios de los incontables invasores de Sicilia. Fue un emirato árabe, la sede de un reino normando y, en el siglo XII, la ciudad más importante de Europa. La ciudad sigue siendo una belleza, pero sus joyas a menudo necesitan cierta búsqueda por parte del viajero.

Todavía estoy tratando de asimilar esta ciudad. Toda esa belleza, esos palacios que aparecen detrás de cada esquina, esa mezcla de civilizaciones, está enterrada en suciedad, dejadez y abandono. Parece como si la ciudad hubiese sufrido un ataque nuclear: nadie pasea por sus calles, perros abandonados buscan una mirada amable, familias numerosas se desplazan en Vespas (toda la familia en una), los relojes de los principales edificios están parados desde hace años.



Palermo desconcierta. Asusta. Engancha. Nadie pasea por la principal arteria de la ciudad, Corso Vittorio Emanuele. No hay comercios abiertos, no hay vida. Sólo turistas asombrados. De esta avenida surgen callejones que requieren cierta valentía por parte del visitante para adentrarse en ellos por la noche. Por el día, el ruido de los mercados callejeros te lleva hasta las entrañas de la ciudad: los olores se intensifican -de pescado, sobre todo, de todos los tipos-, frutas, verduras y muchos gritos. Las motos de las familias numerosas sortean los puestos ambulantes; los jóvenes y no tan jóvenes, apoyados en las fachadas, miran la vida pasar. Los edificios se caen a pedazos.

Qué más da si algún día fueron hermosos palacios. Qué más da que hoy sean Patrimonio de la Humanidad. Aquí a nadie le importa.



¿Por qué se han olvidado de Palermo? ¿Quién quiere que desapareza? Por momentos, olvido que estoy en Europa. Esta ciudad me ha fascinado y me ha entristecido a partes iguales.

domingo, 28 de marzo de 2010

Diane Arbus. Fotógrafa

Esta mañana he encontrado un folleto del Centre Pompidou, de París. Lo tenía guardado con otros mil papeles dentro de un cuaderno que utilizo para anotar un poco de todo: cosas que me llaman la atención, títulos de cuadros que me gustan de una exposición, canciones...En el folleto leo: Diane Arbus, fotógrafa (1923-1971) "The king and queen of a senior citizens dance, NYC 1970". De repente me viene a la mente esa fotografía que tanto me llamó la atención el verano pasado cuando visité el Pompidou. La había olvidado por completo. Así que empiezo a buscar a Diane Arbus y su obra y he encontrado una historia espeluznante, pero increíble al mismo tiempo...

Esta fotografía me produce de todo menos indiferencia. Ellos han sido elegidos rey y reina del baile, pero no son ajenos a su condición de "raros". ¿Se trata de un concurso de freaks? ¿qué tipo de personas participan en él? Recuerdo que cuando me topé con esta fotografía sentí cierta compasión por los reyes. A pesar de haber sido coronados no encuentro ningún tipo de alegría o satisfacción en sus caras. Más bien parecen estar sufriendo un tipo de broma pesada. Parece que están en un escaparate, están ahí para entretener a otras personas. Para hacer reír al público. No les convence su papel de mono de feria. Vuelvo a mirar la foto y me entran escalofríos...


Diane Arbus nació en Nueva York en 1923. Durante los años 40 se dedicó, básicamente, a la fotografía en revistas como Vogue, Esquire o Harper's Bazaar. De repente comenzó a verse atraída por los bajos fondos de Nueva York y empezó a recorrer los barrios más peligrosos de la ciudad para seleccionar a los personajes que quiere retratar: enanos, prostitutas, travestis, personas marginadas, gente rara...He leído que la obra de esta época estuvo muy influienciada por la película Freaks, de Tom Browning. Y sí, todas los personajes a los que fotografía son verdaderos freaks...



Arbus se suicidó en 1971 tras sufrir una larga depresión y un año más tarde se convirtió en la primera fotógrafa estadounidense en ser seleccionada para participar en la Bienal de Venecia. Además, también por esa época el MoMA organizó su primera gran retrospectiva.
Me parece impresionante cómo puede llegar a atraer la decadencia. Me pasa constantemente. Es una especie de curiosidad que me engancha. Observo una y otra vez todas estas fotografías y cada vez que las miro, más me gustan, más quiero saber sobre los protagonistas.
No había vuelto a pensar en los reyes del baile hasta hoy, ¿estarían felices en el trono?

jueves, 18 de marzo de 2010

An education, o la pérdida de la inocencia


¿Con qué puede soñar una adolescente londinense de los años 60? ¿Qué puede querer más que alejarse de un país totalmente aislado y saltar al continente para ir a París y escuchar discos de Juliette Greco mientras se fuma un cigarrillo y observa el Sena desde su ventana? ¿Por qué conformarse con estudiar Literatura en Oxford y ser una profesora aburrida como su aburrida profesora de Literatura?

Jenny tiene 16 años y muchos sueños. Imagina que logrará escapar de sus padres y de los planes que tienen para ella. Mientras está en su dormitorio escuchando y cantando canciones francesas piensa que existe otro destino para ella.



Entonces aparece David. Un hombre mayor que le muestra una vida inalcanzable para ella a esa edad: buenos restaurantes, jazz, conciertos de música clásica, escapadas de fin de semana, subastas...Jenny, fascinada, se aferra a esa vida que no le corresponde y huye de toda esa rutina adolescente para cumplir un sueño, que pierde la magia cuando deja de ser sueño, en la adolescencia. Porque una de las cosas más bonitas de esa edad es precisamente soñar, imaginar la vida futura. No cumplirla.

An education me ha parecido una película maravillosa. Llena de detalles. Todas las conversaciones, la música, las referencias a libros, discos, obras de arte. Todo tiene un gran sentido. Y todo encaja a la perfección con el mensaje principal: ¿quién no se ha sentido atraído alguna vez por un mundo inalcanzable, prohibido? ¿quién no se ha agarrado con fuerza a una vida que no le corresponde? ¿Quién no ha sufrido después al despertar y descubrir que no era allí donde debía estar?

"All that poetry and all those songs about something that lasts no time at all..."

miércoles, 17 de marzo de 2010

Florence and The Machine


Gracias a mis nuevos mejores amigos descubrí hace poco a este grupo. Me regalaron la entrada del concierto y me dijeron únicamente una cosa: el día del concierto tienes que saberte las canciones. Es la única condición. Hice todo lo que pude y algo logré canturrear el lunes. Pero disfrutar, disfrute al máximo. El público estaba como loco: gritaba, saltaba, cantaba, lanzaban regalos al escenario. Y ella, Florence, logró conectar muy bien con toda la sala, que estaba abarrotada. Salió con su copa en la mano, se descalzó, y empezó a bailar y a derrochar energía.
Florence and The Machine hacen una música extraña. No sé muy bien cómo definirla: oscura, electrónica, rock, pop...todo revuelto. El resultado: diversión, energía. Y emoción.
Me encanta que mis amigos me descubran nuevas alegrías.


viernes, 5 de marzo de 2010

Thelma y Louise



Dos mujeres que se embarcan en un viaje que jamás imaginaron. Una escapada de fin de semana que se convierte en la aventura de sus vidas. Y aunque a simple vista se trata de un viaje fatal, es lo mejor que les ha pasado nunca.

No tengo palabras para agradecer este regalo, Xe. Aunque aspiro a ser Louise, me gusta ser Thelma, sólo por sentir que yo también puedo ayudarte. Gracias.




Como tú bien has dicho: Let's keep going!

martes, 2 de marzo de 2010

Noche de vampiros




Vampire Weekend en el Teatro Circo Price, de Madrid. No podía defraudar. El sitio, que han vuelto a reabrir hace no mucho para conciertos y otros espectáculos, es un lugar con encanto: es redondo, rojo, acogedor pero grande a la vez...

Si tuviera que describirlo con una palabra, diría alegría. La gente saltaba, bailaba, incluiso en las gradas. En la pista, todo era fiesta y en el escenario, cuatro post adolescentes pasándolo bien.



Se nota mucho la diferencia entre las canciones del primer disco y del segundo. Toda la frescura del primero se pierde en "Contra", que suena ya muy repetitivo. La fórmula se ha agotado, pero sigue divirtiendo.



Me gustan estos chavales.

sábado, 27 de febrero de 2010

La mujer rota


¿Se puede llegar a perdonar una infidelidad? Supongo que no es una pregunta fácil de contestar, pero ¿se puede llegar a asumir que tu pareja tenga, además de ti, otra pareja? La primera reacción es un no rotundo. Jamás, jamás aceptaría ese tipo de humillación. Seguro que Monique, la protagonista de “La mujer rota”, de Simone de Beauvoir, pensaba de esta forma antes de sumergirse en el peor de los infiernos.

Ella y Maurice son una pareja normal, entrados en los cincuenta, y llevan una vida cómoda. Se quieren. No apasionadamente, pero ¿quién se quiere apasionadamente después de haber vivido 30 años juntos? Un día Maurice le confiesa a Monique que tiene una aventura con otra mujer. Le quita importancia. Un simple flirteo. Ella lo acepta porque está convencida de que la mejor manera de recuperar a su marido es dejar que él mismo se dé cuenta de que de quien realmente está enamorado es de ella. Pero el tiempo va pasando y sus planes no se cumplen tal y como ella tenía planeado: Maurice cada vez pasa más tiempo fuera de casa, cada vez le presta menos atención, cada vez le hace más reproches porque no respeta sus ansias de libertad…Y Monique aguanta y aguanta, sufre, llora, se atiborra de pastillas, llora de rabia porque no consigue entender qué es lo que ha podido hacer mal para que él se haya alejado de ella.

Cuando quiere darse cuenta, no hay rastro de su dignidad. Es un trapo, una mujer rota, un muerto viviente.

Simone de Beauvoir describe en este libro –que está compuesto por tres relatos- cómo tres mujeres diferentes se enfrentan a la pérdida del amor. Y todo ello en un contexto y en una sociedad en la que las mujeres no eran nadie sin los hombres: vivían por y para ellos, no existían como personas independientes con capacidad de decisión propia.

¿Qué ocurría, entonces, cuando una mujer que no había estudiado ni trabajado nunca llegaba a los 50 y su marido decidía echarse una amante? Resistir y resistir. Porque nadie les había enseñado que podían escoger una vida diferente. No sabían que podían luchar por ellas mismas y enfadarse cuando se les faltaba al respeto y exigir sus derechos.

Este libro me ha dejado destrozada. No quiero entrar en ningún tipo de debate hombres-mujeres, pero leo este libro ahora y miro alrededor y siguen pasando estas cosas, ¿por qué? De manera más sutil, menos evidente, pero pasan. No puedo entenderlo.

lunes, 22 de febrero de 2010

Los Ángeles de Julius Schulman


La historia de Los Ángeles es la historia del sueño americano. La tierra prometida. Tierra fértil, donde siempre es verano, donde miles, millones de personas emigraban para labrarse un futuro mejor. La ciudad de Los Ángeles fue testigo y experimentó en sus propias carnes este crecimiento exponencial de sus habitantes. Creció y creció durante años hasta adquirir unas dimensiones monstruosas.

El fotógrafo Julios Schulman dedicó toda su vida a fotografiar los edificios que se iban levantando en la ciudad. Desde barrios de casas prefabricadas, hasta las zonas residenciales que parecen sacadas de la película “Eduardo Manostijeras”. Además, con sus fotografías trató de promocionar las innovadoras Case Study Houses, construidas a base de acero y metal.



Lo mejor de la exposición no son las fotos, que son espectaculares. Para mí, lo mejor fue imaginarme las vidas que se vivieron en ellas. ¿Quién vivía en esa mansión construida en lo alto de una roca con vistas a la gran metrópoli? ¿Quién acudía a aquellas fiestas llenas de personas vestidas de lino, bronceadas, repletas de mujeres en minifalda sosteniendo un cóctel recién servido por un camarero aspirante a actor de Hollywood? ¿Consiguió alcanzar su sueño esa familia que gastó todos sus ahorros en una casa prefabricada, idéntica a todas las que le rodeaban en 500 metros a la redonda?



Nunca he estado en Los Ángeles, pero cuando pienso en ella, me vienen a la cabeza imágenes de coches, calles desiertas, edificaciones que llegan al infinito. Es una ciudad símbolo. Reflejo de un país que se ha hecho a sí mismo, que no tiene pasado.

La retrospectiva de Julios Schulman, que acoge la Sala Canal Isabel II, es un viaje a otro universo, a otro modo de vida, a otro planeta. No puedo esperar al verano para descubrirlo con mis propios ojos.

martes, 2 de febrero de 2010

Skinny love



Estoy obsesionada con este disco de Bon Iver. Y con esta canción, Skinny love.

"And I told you to be patient
I told you to be fine
I told you to be balanced
I told you to be kind
In the morning I'll be with you
But it will be a different "kind"
I'll be holding all the tickets
And you'll be owning all the fines"

domingo, 31 de enero de 2010

A mis padres...


Ellos son unas personas muy especiales. Les miro, desde lejos, y me entra una ternura y un amor que es difícil de explicar. Como ya dije el otro día, hay un momento en la vida en el que descubres que tus padres no lo saben todo. Es un momento difícil. Pero hay otro, que no sé si le pasará a todo el mundo, pero a mí me ocurre, en el que miras a tus padres y sientes un profundo respeto, una gran admiración y, sobre todo, agradecimiento. Agradecimiento porque gran parte de lo que soy, se lo debo a ellos. Sobre todo, mi parte buena. Agradecimiento porque gran parte de lo que sé, se lo debo a ellos. Han sido capaces de guiarnos sin imponernos. Nos explicaron los peligros que existían ahí afuera, pero nos dejaron equivocarnos. Nos han dejado aprender. Pero han estado allí, ofreciéndonos su hombro, cuando mi hermana y yo llorábamos. Y nunca nos dijeron: “te lo dije”.

Mientras paseábamos hoy por Madrid he estado pensando que me gustaría comer con ellos todos los domingos. Me gustaría quedar con mi padre para ir a alguna librería de viejo y que me recomendase grandes clásicos. Me gustaría ir con mi madre a ver todas las películas a las que mi padre no le quiere acompañar. Es curioso, con 18 años huí de casa porque quería crecer sola y ahora que lo estoy, daría lo que fuese por compartir algo más de tiempo con mi familia. Porque me caen muy bien. Porque cuando estoy triste quiero abrazarme a mi madre y que pasen las horas mientas ella me toca el pelo. Porque quiero dormirme tocándole el brazo como cuando era un bebé. Y quiero que mi padre me hable de Azaña y reírme con él hablando de “Los Soprano” o de “A dos metros bajo tierra”.

Julia me ha dicho una cosa muy cierta: sólo vivimos una vez y me cuesta tener que aceptar que no pueda ver a mis padres todos los días.

He pasado un fin de semana familiar: mis padres, mi perro. Faltaba Inés, pero no faltaba porque estaba con nosotros. Y ahora que se han marchado, me siento como si fuese una niña pequeña y me hubiese perdido en algún lugar lleno de gente.

Supongo que estaré más sensible de lo habitual. Pero, mamá, me apetece tanto quedarme dormida contigo en el sofá…
(Fotografía de la exposición "Maternidades", de Caixa Forum)

viernes, 29 de enero de 2010

Deseo de ser punk


Martina es una adolescente. Está en esa época de la vida en la que uno empieza a descubrir quién es. Esa etapa en la que todo se vive con más intensidad. En la que se van dando tumbos. Ensayo, error. Lucha. Rebelión. Primeros amores. Y desamores. En la adolescencia comienza la verdadera guerra con los padres. Es cuando se descubre que no lo saben todo y que no lo han vivido todo. Se cae un gran mito porque empiezas a descubrir que son humanos. Con sus limitaciones. Con sus sufrimientos. Es cuando empiezas a verles como personas. Y es difícil.

Martina va en busca de su música. Esa fuente de emociones incontrolables que hace que todo tenga sentido. Busca la música como si fuese su guía, el elemento que le indique el camino a seguir.

Deseo de ser punk, de Belén Gopegui, es un libro sin pretensiones. Sencillo. Pero es una descripción preciosa de la adolescencia. Es capaz de describir con palabras sentimientos que toda persona ha vivido durante esos años, pero que jamás hemos sido capaces de plasmar. He vivido el libro como una revelación. Me encanta leer algo que he sentido en algún momento de mi vida y que he olvidado por completo. Esto precisamente es lo que se puede encontrar en Deseo de ser punk. Nada más y nada menos.

Una de mis partes favoritas del libro:

“Y a lo mejor la adolescencia es aprender a tenerla. Seguramente las películas existan desde el principio para eso. O sea, qué más da si en la historia se hunde un submarino o alguien se enamora, quiero decir, si sólo se tratara de eso supongo que no veríamos tantas pelis. Lo que necesitamos es ver la cara, las manos, la mirada, la profundidad de la voz que ponen otros cuando les pasa algo…”.

Nunca había pensado en esto. Pero me parece totalmente cierto. Creo que parte de la magia de las películas está en la necesidad que tenemos las personas de ver cómo otros se enfrentan a situaciones y problemas que a todos nos pasan diariamente.
Y luego está la música. Que acompaña cada palabra del libro. Creo que al final, cuando lees este libro te preguntas irremediablemente: ¿y cuál es mi música?
¿Y por qué lucho yo? ¿Para qué? ¿Por quién?

Necesitaba un libro así. Que me hiciese recordar y volver a replantearme mis cosas y mi vida.

Al final, Martina parece que encuentra su música…