Nueva York es LA CIUDAD. Lo tiene todo. Todo lo que una persona como yo, urbana hasta la médula, puede desear. París, Berlín son otra cosa, tienen encantos diferentes, son ciudades mágicas, pero Nueva York es LA CIUDAD. Cuando visito un lugar nuevo no puedo evitar imaginarme cómo sería mi vida si yo viviese allí. Y me he imaginado muy feliz viviendo en Manhattan. Más feliz que en cualquier otro lugar.
Confirmado. Cuando llegué a Grand Central Terminal y bajé del autobús que nos había traído desde el aeropuerto tuve esa sensación. La que todo el mundo tiene cuando llega. Yo ya había estado en esta ciudad. Es más, ya había estado muchísimas veces. Aún así, no podía parar de mirarlo todo, con una ansiedad casi infantil: los edificios tan altos, los taxis, el humo saliendo de las alcantarillas...
No sé cómo puedo empezar a describir lo infinitamente pequeña que me sentí cuando subí al Empire State Building la primera noche que llegamos a la ciudad. No era muy tarde, creo que serían aproximadamente las diez de la noche, empezaba a lloviznar y prácticamente no había nadie. Todas las luces bajo nuestros pies. Todas nuestras. Pero inalcanzables al mismo tiempo.
Toda la semana me ha acompañado una sensación de irrealidad, como si todo lo estuviese viendo a través de la pantalla del televisor. El skyline que se divisa desde el ferry de Staten Island me recordaba totalmente a un cuadro de Richard Estes. Una mezcla entre fotografía y un cuadro hiprerrealista. Pero irreal ante mis ojos.
El puente de Brooklyn es grandioso, con esa maraña de cables y el constante ruido de los coches que pasan bajo los pies de los viandantes. Hay tanto que contar que tardaría días y días: Times Square, la meca del consumismo impuesto por la publicidad que te acorrala allá donde mires; Battery Park City, con millones de banderas de barras y estrellas y las botas de los bomberos a los que se les rinde homenaje por haber dado sus vidas al tratar de salvar a las personas que estaban en las Torres Gemelas aquél 11 de septiembre; la Estatua de la Libertad, lo primero que divisaban los recién llegados de Europa en la época de las grandes migraciones; la Zona Cero, preparándose para las conmemoraciones del 7º aniversario del atentado; Dumbo Park en Brooklyn, donde se reconoce el cartel de la película Manhattan de Woody Allen; Chinatown; la fiesta de San Gennaro en Little Italy...
Seguiré contando historias detalladas del viaje. Tengo que decir que esta semana he sido muy feliz. Gracias J.
3 comentarios:
Hola Mar, enhorabuena por haberte lanzado a escribir tu propio blog!!
Te he enlazado en el mío, para que poco a poco lo vaya conociendo más gente...
Un beso!
Gracias Amaya!
Es un honor que Desconvenida me enlace!!
Yo tambien lo he pasado fenomenal, gruñona!!
Besos
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