jueves, 23 de junio de 2011

Construir la revolución


En la URSS nada se dejaba a la improvisación. Todo estaba pensado al detalle, todo estaba controlado para asegurar la difusión del socialismo soviético. La mano del estado llegaba a todos los ámbitos. Arte y arquitectura no podían ser una excepción.

La exposición Construir la revolución: arte y arquitectura en Rusia 1915-1935 presenta los años heróicos de la arquitectura soviética por medio de fotografías antiguas, que aparecen junto con otras del estado actual de esos mismos edificios realizadas por el fotógrafo Richard Pare.

La función dictaba la forma externa. Así, se crearon construcciones totalmente nuevas, como las casas-comunas o los clubes de trabajadores, y se redifinieron otras, como las fábricas. La industria, la vivienda, la educación, la salud y el ocio se vieron transformados por una nueva arquitectura radical y totalmente innovadora.


Siempre me ha fascinado todo lo soviético. La estética, me refiero. Su sobriedad, el aire gris y de abandono que desprenden sus edificios. La desolación. La sentía cuando caminaba por la Karl Marx Allee en Berlín; también cuando visité el bloque de viviendas Kar Max-Hof, en Viena. Esa sensación de frío y silencio está ahí. No te la puedes quitar.

Las fotografías de Richard Pere consiguen transmitir ese ambiente. Casi todos esos edificios parecen abandonados hoy. Piscinas con grandes trampolines, sanatorios con vistas al mar, fábricas, salas de turbinas, casas-comunas, edificios oficiales de San Petersbugo, Moscú o la república soviética de Azerbaiyán.


A pesar de que estemos a casi 40 grados en Madrid, hoy yo he sentido frío.

domingo, 19 de junio de 2011

A single man


Solo puedo calificar esta película con una palabra: belleza. Todo lo que muestra Tom Ford en A single man es bello. La estética cobra aquí un significado fundamental, único. Hasta la más absoluta soledad se percibe como bella. La más bella.

Creo que esta película le sirvió al director para expulsar cosas, como terapia. Y, aunque no haya conectado con todo lo que me muestra, lo he disfrutado porque era auténtico. Muy suyo. Además, creo que ha sabido explicar con palabras algo que todos hemos sentido, o sentimos a menudo. Por lo menos, yo lo siento así.

A few times in my life I've had moments of absolute clarity, when for a few seconds the silence drowns out the noise and I can feel, rather than think. And things seem so sharp, and the world seems so fresh...It's as though it had all just come into existance.

I can't never make these moments last. I cling to them, but like everything, they fade. I've lived my life on those moments. They pull me back to the present. And I realise that everything is exactly the way it's meant to be.

Todo es exactamente como debería ser. Qué paz tienes que sentir cuando llegas a esa conclusión.

Julianne Moore, como siempre, está maravillosa.

Pequeñas mentiras sin importancia


¿Hay algo mejor que pasar las vacaciones de verano en una playa de la costa francesa con tus amigos? Parece un gran plan, pero, ¿mantendrías ese viaje si uno de tus mejores amigos ha sufrido un grave accidente de moto?

Así comienza Pequeñas mentiras sin importancia, del director Guillaume Canet. Este grupo de cuarentones de lo más diverso, lo tiene claro. Y allí, en ese lugar de ensueño, cada uno tiene que enfrentarse a sus propias miserias, eso sí, con mucha gracia.

Está el tonto desesperado porque su novia vuelva con él. Ese que no para de dar el coñazo a los amigos con el sms que debería mandar o no. Y el que organiza todo y no consigue que nadie le haga ni caso, obsesionado con las comadrejas; la pareja de toda la vida que no funciona; el ligón que se pasa de listo y acaba recibiendo una buena lección -eso sí, después de tirarse a una adolescente-; la chica independiente (Marion Cotillard, sublime) de la que todos los amigos están enamorados; y unos cuantos niños correteando por allí.

Aunque la película tiene algunos puntos moralistas que sobran, me he reído mucho. Refleja perfectamente cómo inevitable nos mentimos a nosotros mismos, mucho más de lo que lo hacemos a los demás. Para protegernos. Por miedo. Por no saber enfrentarnos a las cosas. Por no querer escuchar lo que los demás tienen que decirnos. La vida, al fin y al cabo.

Yo me quedo con una cosa de la película: necesito, pero ya, unas ostras y una copa de vino. Y un barco, ya de paso. Y, por supuesto, a mis amigos. Aunque sea para pelearme todo el rato.