sábado, 12 de junio de 2010

Two Lovers


Two Lovers, del director estadounidense James Gray, es una película oscura. Creo recordar que en ningún momento de la película sale el sol. Es el escenario perfecto para contar la historia de varios personajes perturbados. Leonard (Joaquin Phoenix) vuelve a casa de sus padres a vivir después de una traumática ruptura que le ha llevado a tratar de quitarse la vida en varias ocasiones. Su vida no tiene ya mucho sentido: trabaja en la tintorería familiar y deja que los días vayan pasando, se toma sus pastillas y no espera mucho de nada. Ni de la vida, ni del futuro, ni de las personas.

De repente, aparecen dos personas en su vida, que representan dos modelos de mujer opuestos: Sandra, una chica inocente, familiar, tranquila, que busca la felicidad en la estabilidad, en el amor, en lo cotidiano. Y Michelle, una rubia espectacular, trastornada y hundida por una relación que está acabando con sus nervios, extrovertida y vividora.


Leonard debe entonces elegir entre lo que debería hacer, que es comprometerse con Sandra, y lo que quiere hacer, que es dejarse llevar y tratar de alcanzar a la inalcanzable Michelle.

Más que la historia en sí, a mí me fascinaron sus personajes. Lo que cada uno tenía dentro. Lo que a cada uno le hacía sufrir. Lo que querían conseguir. En mi opinión, todos ellos están perfectamente definidos, te los crees, te compadeces de ellos. Quieres cuidarles.


Sandra (Vinessa Shaw) es un ángel. No ha salido mucho de Brooklyn. Para ella la familia es lo primero. Quiere seguir el camino que le han marcado: casarse, formar una familia, cuidar de los suyos. Ese es su concepto de felicidad. Ha visto a Leonard por la calle, sabe que ha sufrido y quiere cuidarle. Sacarle de su particular infierno. Está convencida de que su bondad y cariño serán suficientes para que él vuelva a ser feliz.

Michelle (Gwyneth Paltrow) es un ángel caído. Su vida está llena de problemas: sale con un hombre casado, que le ha prometido una y mil veces que piensa dejar a su mujer, pero que por el momento, lo más que ha hecho por ella ha sido comprarle un apartamento en Brooklyn, lejos de su otra vida, para garantizar que sus encuentros no sean descubiertos. Michelle es inestable, no mide sus actos, no piensa en las consecuencias. Vive el momento sin pensar en el mañana. Conoce a Leonard y descubre en él a un confidente, a una persona incondicional que estará allí cuando se caiga. Todas las veces que hagan falta.

Y Leonard. Pobre Leonard. Que piensa que puede llegar hasta Michelle y cambiar de vida. Salir del oscuro y aburrido Brooklyn. De la tintorería de sus padres. Piensa que otra vida es posible con Michelle. Pero, a su vez, ve en Sandra el amor que necesita, la protección. La calma.

Personas rotas. Perdidas. Que buscan la salvación en el amor. Pero el amor a veces no sirve. Salí del cine pensando en qué es lo que las personas buscamos en el amor: ¿Buscamos protección? ¿Compañía? ¿Amistad? ¿Queremos que nos salven? ¿Queremos ser salvadores? Sigo pensando...

domingo, 6 de junio de 2010

Un poco de comedia


De vez en cuando no viene nada mal sentarse en la butaca del cine y dejar que te hagan reír. La película alemana Soul Kitchen es perfecta para verla en uno de esos días en el que el mundo te parece tan aburrido que necesitas un poco de comedia. Nada profundo. Sólo bromas, situaciones absurdas y personajes entrañables.

El director de la película, Faith Akin, adora a sus personajes. Ha creado a cada uno de ellos con mucho cariño. Todos están perfectamente definidos. Son creíbles. Todos tienen su pequeña historia detrás, desde Zinos, el protagonista, con sus agobios, su restaurante, sus desastres; pasando por su hermano, un caradura, jugador sin remedio, pero muy tierno en el fondo; el cocinero brillante y psicópata; el viejo marinero que vive en el restaurante; Lucia...Todos me gustan.

Y los escenarios no pueden ser más alemanes. Locales medio abandonados convertidos en lugares con encanto, pero decadentes. Me recordaba mucho a Berlín, aunque esté rodada en Hamburgo. Me encantan esos pisos diáfanos, con grandes ventanales, antiguos pero modernos. Alemanes.

La historia es sencilla: cuenta las desventuras de Zinos, un alemán de origen griego que tiene un restaurante muy peculiar y al que le van ocurriendo una serie de desgracias. Una tras otra: su novia se va a China, su restaurante no le da más que problemas, a su hermano le acaban de dar permisos de salida en la cárcel y aparece en escena para complicarlo todo...Además, al pobre le da una contractura en la espalda que no le permite moverse.

Cuantas más desgracias le van pasando, más te ríes.

Después de ver esta película tengo ganas de tres cosas:

1. Comprarme un cuchillo como el del cocinero y aprender a cortar 2 kilos de cebollas y de calabacines en menos de un minuto.
2. Tener una casa estilo alemán, pero en Madrid.
3. Montar una fiesta, hacer sorbete de limón con la hierba afrodisiaca y sentarme a observar qué efecto produce en los invitados.