martes, 28 de abril de 2009

Juan Muñoz. Retrospectiva


¿De lo real?

Los visitantes giran alrededor de señores orientales que sonríen. Observan detenidamente sus rasgos. Las arrugas de sus chaquetas. Tratan de averiguar el porqué de sus sonrisas. Cientos de conversaciones imaginarias se perciben en la sala. Juan Muñoz ha puesto los rostros y los cuerpos. Incluso los gestos. Las palabras son ya cosa de los visitantes. Salas abarrotadas. Salas desiertas con un único habitante. Un enano que quizás se haya escapado de un circo que actúa en la ciudad. Hay esculturas que hablan, mueven los labios pero conversan a solas. Se siente su amargura. Su soledad. Su oscuridad. ¿Qué se esconde detrás de esas cortinas? ¿Qué piensa Sara de su reflejo en el cristal? Todo es tan real que asusta. Pero es una realidad imperfecta. Unos ancianos están sentados en círculo. Llevan unos tambores, pero no los utilizan como instrumentos. Juegan con ellos. Uno se lo pone en la cabeza. Otro en la espalda. Otro en los pies. ¿Dónde se encuentra esta escena en el mundo real? Parecen personajes de sanatorio. El escenario ayuda. El gran claustro. Las paredes frías.

Hay personas sentadas en sillas que cuelgan del techo. Un tren que ha descarrilado. Instalaciones en movimiento. Una sala oscura con el agujero de una ratonera. Parece que todos estos personajes fueron alguna vez soñados por Juan Muñoz. Es como si el autor hubiese recreado lo que consiguió recordar de un sueño. Pero de un sueño raro. Porque no es real un escenario vacío con el apuntador en su puesto, preparado para cumplir su misión. No es real un ventrílocuo que sonríe sin la presencia de la mano de su ejecutor. No es real, pero esos gestos tan definidos hacen dudar. ¿Acaso todos estos personajes no han estado alguna vez en tus sueños? ¿Quién no ha sentido en sueños soledad? ¿Quién no se ha sentido insignificante entre la multitud? ¿Y diferente? Puede que esa extraña sensación con la que sales de la muestra de Juan Muñoz se deba a que ha conseguido mostrar de una forma real aquello que se escapa de nuestra memoria cuando despertamos. Juan Muñoz consigue derribar el muro entre lo real y lo onírico. Y eso asusta.

Johnny Got a Boom Boom



No se puede tener más clase que Imelda May...

jueves, 16 de abril de 2009

Postales de invierno


Prólogo, por Rodrigo Fresán

Apuntes para una teoría del frío


"UNO El frío ahí afuera, el frío que asciende cuando desciende el calor del amor, el frío que corre por los pasillos del cuerpo que unen o desunen al corazón con el cerebro (o viceversa), el frío que hace danzar al mercurio rojo sangre la danza del termómetro, el frío que se siente en los huesos cuando comienzan a cerrarse las puertas de la juventud, el frío que no se puede aislar con abrigos o calefactores, el frío que es todavía más frío cuando pensamos en qué frío hace, el frío del pasado que es también frío del futuro y los fríos que no podemos dejar de pensar y sentir junto a este frío del presente.


De todos estos fríos que en realidad son un sólo frío trata Postales de invierno, primera y perfecta novela de la norteamericana Ann Beattie publicada originalmente en 1976 y ahora, por fin, temblando en nuestro idioma, como si no hubieran pasado los años ni las nevadas".


Así comienza el prólogo de Postales de invierno. Amor no correspondido, pérdida de la juventud. Mucho frío. Me ha dejado por los suelos. Es ese tipo de libros que retratan tan bien la realidad que llegan a deprimir. En un primer momento piensas: "vaya vida más aburrida la de Charles y Sam", pero luego conforme te vas metiendo en la novela, te das cuenta que simplemente es una vida normal. Real. No es una vida de cuento. Es como la mía, en cierto modo. Entonces es cuando te deprimes todavía más. ¿Hasta qué punto puede gustarte un libro que te ha hecho estar triste? Sigo dándole vueltas...

domingo, 12 de abril de 2009

Primera Plana (Billy Wilder)


Chicago, 6 de junio de 1929. En la sala de prensa de los juzgados de la ciudad, los periodistas encargados de Tribunales juegan una partida de póquer mientras esperan a que pasen las horas que quedan para que Earl Williams, un comunista acusado de matar a un policía, sea ejecutado.

Mientras tanto, en las oficinas centrales del Chicago Examiner, el director Walter Burns (Walter Matthau) busca desesperadamente a su redactor estrella, Hildy Johnson (Jack Lemmon), para explicarle los últimos detalles sobre cómo debe cubrir la ejecución para dejar atrás al resto de periódicos. Pero Hildy está harto de la profesión. De no llegar a fin de mes y de trabajar todos los días sin excepción. Además, ha conocido a Peggy, una pianista de Filadelfia, con la que va a casarse y quien le va a solucionar la vida, consiguiéndole un empleo en la agencia de publicidad de su primo.



Es una película de Billy Wilder. Las cosas no siguen el curso que deberían. Sí. Todo se complica. Wilder recrea con humor y sarcasmo los entresijos de la profesión periodística. En la película aparece el paradigma de cada tipo de periodista: el reportero estrella, el pedante, el que cuenta lo que escucha por ahí, el becario que se mea en los pantalones, el editor sin escrúpulos…

Hacía mucho que no veía una película de Billy Wilder. Es una buena elección siempre.

miércoles, 8 de abril de 2009

While you were sleeping



"Sólo es otra canción bonita" - me dice. Y tiene razón. Es otra de las muchas canciones bonitas que hay por ahí. Pero para mí cumple a la perfección la función para la que fue compuesta, qué se le va a hacer, me gustan las canciones bonitas: soy un público fácil.

El concierto de ayer de Elvis Perkins tuvo sus momentos. Me gustó. Al principio y al final. Hubo un rato en el medio en el que creo que me quedé dormida estando despierta. No llegó a emocionarme. Pero la canción bonita sí, claro, y muchas otras.

Muchas cosas pasan mientras estoy dormida. Creo que paso el mismo tiempo durmiendo que viviendo...y no puedo decir que no me guste.

jueves, 2 de abril de 2009

La duquesa de Bloomsbury Street


Hace tiempo alguien me preguntó si había leído algo más de Helene Hanff aparte de 84 Charing Cross Road. Había leído hacía algunos años The duchess of Blommsbury Street, el relato de cuando Helene viajó al fin a Londres a presentar el libro que recogía la correspondencia que ella y Frank Doel mantuvieron durante más de veinte años. Hace algunos meses, alguien por casualidad encontró mi blog porque iba en busca de la edición española de esta segunda parte de la historia de Helene. No pude ayudarle porque yo lo había leído en inglés, pero de repente tuve la necesidad de volver a leer el libro.

No encontré mejor momento para leerlo que esta semana. Tenía que ir a Londres por trabajo y la oficina está justamente en Bloomsbury Way -justo al lado de la calle que da título a la novela-. Así que he pasado un par de días en Londres yo sola creyéndome ser Helene Hanff más que nunca, siguiendo su ruta por la ciudad de sus sueños. Seré una romántica, pero ha sido muy especial. Mi viaje nada ha tenido que ver con el de Helene, que tenía cientos de llamadas y mensajes de sus seguidores deseosos por enseñarle la ciudad. Pero ha sido especial.

The duchess of Bloomsbury Street refleja la emoción que se siente al cumplir un sueño. Es todo ilusión. Pero inevitablemente, el libro transmite la tristeza de no haber llegado a tiempo. Cuando Helene consigue viajar a Londres, nada queda de 84 Charing Cross Road: la librería ha cerrado y Frank Doel ha muerto, pero por fin está en Londres. Por fin ha encontrado lo que buscaba: iba en busca de la literatura inglesa y allí estaba.