domingo, 23 de enero de 2011

La noche de los tiempos


Ignacio Abel, arquitecto de éxito, socialista, introvertido. Lleva una vida sin sobresaltos en el Madrid de los últimos días de la Segunda República Española. Es el responsable de llevar a cabo las obras de la Ciudad Universitaria, tiene una casa en el barrio de Salamanca, su matrimonio con Adela es aburrido, pero no le plantea problemas. Tienen dos hijos a los que adora.

Menos de un año después, Ignacio Abel llega a la estación de Pennsylvania, después de una larga huida, que le ha llevado a dejar España, a cruzar Francia, a coger un barco hasta Nueva York. Su traje, sus zapatos y su maleta, que en Madrid daban muestra de cuál era su posición social, tras ese largo viaje, no son más que una evidencia más de en lo que se ha convertido: en un exiliado más.

En este viaje, Ignacio revivirá todos los acontecimientos que han ocurrido en esos meses: cómo se vino abajo el Gobierno de la Segunda República, y de la misma manera, como si fuese consecuencia de esa hecatombe, cómo su vida tranquila desapareció, también de repente, tras conocer a Judith Biely.


Así, Ignacio relata su historia de amor con la joven americana Judith, que le enseñó un mundo desconocido para él, de bares nocturnos, copas y tabaco, de emoción y sexo. Judith le devolvió a la vida, porque Ignacio estaba muerto hasta que ella llegó. Muerto de aburrimiento, encerrado en una vida sin sabores. En una existencia plana.

La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina, relata dos historias paralelas: la de la resistencia de Madrid y la de Ignacio Abel. Otra historia más sobre la Guerra Civil y otra historia de amor más, pero que a mí me ha enganchado de principio a fin. La descripción de los lugares de Madrid es tan precisa, que he pasado semanas reviviendo los episodios del libro cuando iba caminando por la Gran Vía, cuando pasaba por la puerta del Hotel Palace, cuando atravesaba la plaza de Santa Ana.

Me gusta cómo está narrada la evolución de Ignacio Abel, hijo de un obrero miserable, que consigue labrarse una carrera importante y que, gracias a su matrimonio con Adela, logra ocupar una posición social que no le corresponde por su procedencia. Me gusta cómo se presenta a este personaje, un desclasado, un rojo para la familia de su mujer; un burgués para los obreros que se quedaron en el lugar de donde él procede.

No lo puedo remediar, me gustan las historias de la Guerra Civil.

2 comentarios:

memento dijo...

A mí la novela me atrae por varios motivos. De hecho, estuve en el acto de su presentación pública, y tengo un ejemplar dedicado por su autor. Pero no he sido capaz de encontrar tiempo como para hincarle el diente. Y algunos comentarios que me han llegado la tildan de aburrida, lo cual me ha desanimado...

Helene Hanff dijo...

¡Hola Memento! A mí me costó un poco entrar en la novela, pero después me enganchó por completo. Eso sí, tienes que leerla en un sitio cómodo, por experienci te digo que el metro no es el mejor lugar para leerla: casi 1.000 páginas pesan lo suyo. ¡Un beso!