miércoles, 1 de octubre de 2008

Las uvas de la ira


En 1939 John Steinbeck escribió "Las uvas de la ira", un relato estremecedor de la crisis que vivió Estados Unidos tras el crack del 29 y de cómo ésta provocó que miles y miles de familias tuvieran que dejarlo todo, empaquetar sus vidas en camionetas destartaladas y emigrar hacia el Oeste, la tierra prometida. En 1940 John Ford llevó al cine este relato y Henry Fonda se puso en la piel de Tom Joad, un ex convicto que emigra con su familia al Oeste y descubre la realidad de un país donde no existe la justicia social y donde algunos de sus propios ciudadanos eran tratados como animales.

La película es menos dura, pero el libro no da tregua. Steinbeck relata un verdadero drama, inpirado en cierto modo por su propia historia. Tom Joad sale de la cárcel tras pasar varios años encerrado por haber matado a un hombre. Vuelve a su casa, una pequeña parcela con tierras que los Joad llevan trabajando durante generaciones. Tom llega, acompañado por Casy, el ex predicador del pueblo que perdió la fe y al que se encuentra por el camino. Una vez allí descubren que la casa está abandonada. Un vecino del pueblo les cuenta que los Joad están en casa del tío de Tom, preparándose para marcharse a California.

Tom se reencuentra con ellos y le cuentan que las tormentas de polvo han arruinado las cosechas y que los bancos han conseguido con su presión echar a todos los pequeños propietarios. Miles de papeles que informan a la gente de que en California les espera un gran futuro, animan a las familias a emigrar hacia el Oeste. Como los Joad, muchas familias empeñan su vida y se lanzan a la carretera. Tras semanas de viaje, la realidad es mucho más amarga de lo que prometían los panfletos. Los okies, como se llamaba a los inmigrantes del Este, se cuentan por miles y no hay trabajo para todos. Si se necesitaban 1.000 recolectores de fruta o algodón, se repartieron millones de panfletos y cuanta más gente acudía a California, desesperada por alimentar a sus familias, más bajaban los salarios que ya de por sí eran miserables. La gente, muerta de hambre, aceptaba cualquier cosa y no era capaz ni siquiera de pensar que quizá si se unían podrían reclamar sus derechos.

"He estado pensando mucho, pensando en nuestra gente viviendo como cerdos y la buena tierra fértil en barbacho, o quizá un tipo con un millón de acres, mientras cien mil bueno granjeros se mueren de hambre. Y he pensado que si todos nos juntamos a gritar, como hacían aquéllos, sólo unos pocos en el rancho de Hopper (...).
- ¿Entonces qué, Tom?
- Entonces no importa. Entonces estaré en la oscuridad. Estaré en todas partes...donde quiera que mires. En donde haya una pelea para que los hambrientos puedan comer, allí estaré. Donde haya un policía pegándole a uno, allí estaré. Si Casy sabía, por qué no, pues estaré en los gritos de la gente enfurecida y estaré en la risa de los niños. Cuando estén hambrientos y saben que la cena está preparada. Y cuando nuestra gente coma los productos que ha cultivado y viva en las casas que ha construído, allí estaré, ¿entiendes?".

3 comentarios:

–La Solipsista Sorprendida– dijo...

uys, no pienso leer este texto que contiene Spoilers!! hasta que no me lea la novela... =)

desconvencida dijo...

El libro (buenísimo) lo leí hace tiempo, pero la película no la he visto, y tiene delito porque me la regaló un amigo hace ya dos años!! A ver si saco tiempo este fin de semana...

Helene Hanff dijo...

Julia: siento haber desgranado tanto la historia...prometo no hacer lo mismo con Los Sopranos...

D: merece ver la película, pero estoy contigo en que el libro es buenísimo